lunes, 10 de marzo de 2008

Emocionalmente Inteligentes.

Todas las personas comunicamos algo a los demás, aun cuando no es nuestra intención hacerlo. También todos nosotros experimentamos distintas sensaciones y nos formamos alguna opinión de aquellos con quienes tratamos. Inclusive cuando quisiéramos mantener cierta distancia de este tipo de sensaciones, allí están y tienen efectos. Hay personas que son muy perceptivas y se dan cuenta de ciertas cosas aun cuando no sepan explicar razonablemente por qué.


Es verdad que en muchos ámbitos intentamos hacer prevalecer criterios “objetivos” utilizando datos concretos. Así por ejemplo, si debo seleccionar un nuevo empleado para mi oficina, me fijaré ante todo en su capacidad, sus competencias, su conocimiento. Pero si tengo dos candidatos igualmente elegibles desde el punto de vista profesional, seguramente me inclinaré por aquél que me simpatiza más. Es lícito que esto ocurra ya que la relación laboral (como cualquier otra relación) se desarrollará más satisfactoriamente si me siento cómodo con la otra persona.

Saber dar lugar a lo que sentimos e incluso a lo que intuimos, sin que esto implique excluir el buen criterio y la razón, es la capacidad que caracteriza a las personas emocionalmente inteligentes.